Esta frase es el titulo de una carta enviada a un periódico
local por parte de un padre, quien resumía así, la atención recibida en un
hospital donde se encuentra su hijo. En ella, no describe el proceso clínico
sino las emociones, los sentimientos que, a lo largo del proceso molestan y
enfadan a pacientes y familiares. “Nadie le llama ni siquiera para
tranquilizarle…” “debemos exigir que solo profesionales sensibles estén en
nuestra sanidad”.
¿Debe ser la sensibilidad
una competencia de nuestros profesionales sanitarios?
En una experiencia personal, haciendo de paciente,
un doctor me resulto realmente desagradable en su planteamiento y en su forma
de comunicar lo que me proponía hacer, incluso pensé en no volver. Sin embargo
al comentar el caso con una mente más fría me dijo “¿Es un buen médico?” le
respondí que sí. “Pues déjate llevar, va a ser tu medico no tu amigo”. Sin
embargo, en el mundo en que vivimos, actuamos en base a la generación de
emociones en todos los ámbitos de la vida, en nuestras relaciones, en nuestros
habitos, en nuestras compras….
Que difícil encontrar el
lado de la balanza donde la profesionalidad y la atención
por emoción estén equilibradas.
Si vemos los datos del barómetro sanitario,
observamos que en los últimos veinte
años la confianza en la profesionalidad del médico y el conocimiento de su
historia de salud ha permanecido prácticamente constante, no se ha deteriorado.
Los ciudadanos siguen viendo a los profesionales sanitarios capacitados para
tratar su salud tanto en atención primaria como en hospitalaria, sin embargo,
si analizamos el trato recibido ha sufrido un descenso de un punto completo en
el mismo periodo de tiempo.
¿Somos los profesionales
sanitarios más ariscos? ¿Somos los pacientes más exigentes?
¿Cuál es el rol de cada
uno hoy en día?
Esto no
es una novedad, si revisamos la historia en la misma Grecia el papel del médico
evoluciono en función de los adelantos científico técnicos, de la ética y de la
relación entre pacientes y profesionales. De ser un “hombre que vale por
muchos” que era lo que significaba “iatros”, es decir, medico en griego, hijos
de un Dios (Asclepio), adorados y respetados fueran cuales fueran sus
recomendaciones medio místicas medio mágicas, propias del Dios sanador al que
se veneraba evolucionamos a la medicina hipocrática, basada en la ciencia pero
en la que cuidaban mucho la relación de los médicos con los enfermos;
consideran que la buena disposición anímica del paciente ayuda a su pronta
curación. Les importa mucho el prestigio propio, esa buena fama que el
juramento menciona como premio de los cumplidores, frente al castigo de infamia
de los otros. Esta revolución medica es pequeña
comparada con la que
hemos iniciado hace tan solo 30 años y en la que
el mundo tecnológico forma parte de nuestras vidas y en la que sin embargo el
factor humano cada vez es más importante.
Probablemente una metodología que pueda servirnos
de referencia es la adoptada por el National Health Services para la
implantación del programa MAGIC en el ámbito de las decisiones compartidas.
Trabaja el paciente y el profesional de tal manera que los acerca para que
puedan hablar el mismo idioma. SI el problema es común igual las soluciones son
también compartidas. Hagámoslo realidad.
Imagen tomada de https://pixabay.com
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